Con apenas 23 años, Saldarriaga se reunió con su amigo Eduardo Cárdenas en la cafetería 11 de noviembre. “Edu, ¿qué estamos haciendo en Barranquilla? A nosotros nos requiere Medellín”, fue la frase con la que le anticipó su deseo de fundar un grupo de teatro profesional en la capital paisa.
“Uno a los 23 no tiene esos propósitos. Lo primero que uno piensa es si se mete en un grupo de teatro y listo, pero no echarse ese piano encima de crear una institución teatral en una ciudad que no tenía tradición de eso”, dice Cárdenas, que acompañó a Saldarriaga desde ese momento y ahora es el director general del Pequeño Teatro.
Así fue como en 1975 nació este grupo, que funciona en una casa de estilo republicano, con dos salas y una escuela de artes escénicas.
El primer objetivo de Saldarriaga fue crear una cultura de consumo teatral en la ciudad. “Fue el primero en Medellín que generó, sin importarle cómo, una temporada permanente de funciones semanales para que el público tuviera el hábito de ir siempre al teatro”, apunta Wilson García, productor y director teatral.
Con su frondosa barba blanca y su carácter imaginativo, Saldarriaga generaba la imagen de un gran pensador clásico. “En apariencia física cualquier filósofo griego se quedaba atrás. En el espíritu era un antioqueño divertido que se mofaba de lo absurdo”, añade García.
El Pequeño Teatro fue uno de los primeros en el país que montó grandes clásicos de la dramaturgia, siguiendo la misma línea del Teatro Libre de Bogotá. “Éramos grupos hermanos”, afirma Jorge Plata, uno de los fundadores del grupo bogotano.
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