El lunes, cuando la 'Seleçao' ganó 4-1 a Camerún, fue también "día de turistas", como ha sido habitual durante el Mundial. Por lo general, hay dos o tres días por semana con espectáculos, pero ahora los grupos desfilan continuamente desde que comenzó la Copa del Mundo.
Rodeados de monos y buitres, los turistas son acogidos en un lugar de culto tradicional construido con maderas y hojas de palma.
Situada a algunos kilómetros de la ciudad de Manaos, esta comunidad de 25 habitantes con miembros de cinco tribus diferentes se estableció aquí en 2002, en una de las ramas del río Tarum Mirim que desemboca en el Rio Negro.
Mientras un grupo de turistas espera fuera, entretenidos en los puestos de bisutería artesanal, otros asisten a un espectáculo mecánico y perfectamente planeado que se repite de forma incansable.
Los 'visitantes' tienen derecho al paquete completo: los indígenas visten plumas, vestidos tradicionales, taparrabos, hojas, tatuajes y cascabeles elaborados con huesos frutales en los pies.
Más tarde, las mujeres del poblado invitan a presenciar una danza y todo el mundo observa sin olvidar dejar su aporte en el cesto. También tradicional, por supuesto. El único detalle inquietante es que uno de los bailarines lleva un slip de marca occidental.
"Nosotros actuamos como intermediarios entre los poblados y las agencias de turismo", explica un funcionario del gobierno que está presente. "Tratamos de integrar a los habitantes con el mundo que les rodea. Cuando nunca se ha enfrentado al dinero o al alcohol no se sabe lo que puede producir. Normalmente, ellos no conocen tampoco la riqueza de su hábitat y no saben cómo atraer a los turistas", añade.
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