El psiquiatra Germán Aguirre manifiesta que si bien este actuar molesta a la sociedad, no afecta al individuo, porque simplemente carece de la capacidad de autorreflexionar frente a este aspecto. Lo identifica como un comportamiento natural, que curiosamente no está presente en otros aspectos o ámbitos de su vida. Dicho de otro modo: fuera de los campos de juego y de los partidos es, aparentemente, capaz de controlarse.
Normalmente, ante situaciones de estrés o de alerta (y un partido de fútbol de las dimensiones de los vistos en un Mundial lo es), los jugadores reaccionan de manera impulsiva y tratan de defenderse. Esta defensa se genera en el sistema límbico, que maneja las emociones de manera primaria, es decir por debajo de la corteza cerebral, que al aportar racionalidad, frena los impulsos agresivos. Si se carece de este freno, pues las manifestaciones, en el caso de un partido, pueden ir desde los golpes hasta los mordiscos a los adversarios.
No se trata de una situación normal y se da generalmente en personas que han tenido dificultades en sus procesos de desarrollo durante los cuales han repetido esta conducta, hasta que se fija de manera automática.
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