Cuando Farid Mondragón era el portero titular en el último Mundial que disputó la selección de Colombia, David Ospina era un niñito que cursaba cuarto grado en un colegio de Medellín. Entonces, ya había mostrado sus reflejos con las pelotas de plástico del supermercado al que iba con sus padres, razón por la cual lo llevaron a la escuelita de fútbol de Alexis García. Sin embargo, jamás creyó este espigado muchacho de 25 años que estaría ante la posibilidad de su vida: jugar una Copa del Mundo como aquella que miró por televisión en Francia 98. Mucho menos, que el arquero suplente sería aquel notable número 1 que admiraba, referente para cualquier colombiano en el puesto.
Lo cierto es que Ospina está por encima de Mondragón, que sólo le cuidó los palos en los amistosos disputados en Bélgica y Holanda. Hoy, nadie duda de que sus manos se encargarán de proteger al equipo tricolor en Brasil. Por eso está feliz el número uno antioqueño. “Es la posibilidad más grande de mi vida. Hay ansiedad por empezar a jugar ya el Mundial, pero a la vez, tenemos que estar tranquilos y ser claros a la hora de entrar a la cancha”, afirmó el arquero en el Sofitel Los Cardales, búnker del conjunto nacional en esta ciudad, a 77 kilómetros de la capital, un lugar aislado del ruido y de los curiosos.
¿Qué consejo le dio Mondragón?
Que hay que estar serenos, no ir más allá del partido que se está por disputar. Sus vivencias en el último Mundial que jugó Colombia nos van a venir muy bien, porque él pone todo al servicio de la selección. Antes que nada, Farid es una gran persona, es un compañero positivo. Hay que sacarle jugo a su experiencia. Para mí, es un privilegio tenerlo como compañero.
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