Mario no daba crédito a lo que escuchaba. Su hija, de 13 años, estaba al otro lado de la línea contándole que acababa de llegar del colegio y la puerta del apartamento había sido forzada. Los tres computadores de la familia, algunas joyas y un par de celulares, habían sido hurtados por ladrones que ingresaron por la puerta principal.
La primera reacción de Mario fue correr a su casa para estar al tanto de su hija; la segunda, valorar lo robado, y la tercera, quejarse ante la administración por la ineptitud de la compañía de seguridad. Revisados los videos, se nota que dos mujeres ingresaron por el parqueadero del conjunto y un hombre lo hizo por la entrada general.
La puerta fue violentada. Los ladrones salieron por la misma entrada principal mientras una mujer distraía al guardia de turno.Los cuatro abordaron dos vehículos y huyeron con las pertenencias. Esta es una de las pesadillas que más padecen los colombianos: el hurto a residencias en modalidades que ya se conocen, pero que siguen ocurriendo sin que los afectados logren conseguir algo de justicia y tranquilidad.
En Bogotá, que es la cuarta urbe más poblada de América Latina,el robo a residencias se convirtió en un flagelo que afecta en su mayoría, a las clases media y alta.
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