Las visitas de los jefes de gobierno son un mecanismo diplomático y político de gran significación. Por ello debe resaltarse la llegada del primer ministro japonés, Shinzo Abe, que, además, corresponde a la segunda oportunidad que lo trae a nuestro país. La primera fue en el 2008 cuando encabezó, en su calidad de ex primer ministro, la delegación enviada por Japón para asistir a las celebraciones del centenario de las relaciones bilaterales, que se iniciaron en 1908.
Para enmarcar mejor el paso de Abe por Bogotá, recordemos que este es su segundo periodo de gobierno. El primero, entre 2006 y 2007, terminó con su renuncia debido a problemas de salud y a la gran crisis del Partido Liberal Democrático (PLD) que había comenzado en los 90.
El desgaste de su partido dio paso en el 2009 al Partido Democrático de Japón (PDJ) que llegó al poder rodeado de enormes expectativas y que, después de tres gobiernos, acabó devastado electoralmente en el 2012, cuando se enfrentó a un PLD y a un Abe recuperados.
Su regreso al poder fue recibido con entusiasmo por los empresarios, con escepticismo por la opinión y con recelo por la región. Sus propuestas económicas – ‘abenomics’– cercanas al neoliberalismo y el regreso a la derecha explican las reacciones.
En varios aspectos parece una versión moderna de Yasuhiro Nakasone (1982-1987), quien, a propósito del protagonismo internacional que tuvo en su momento, dice de Abe: “Tengo grandes esperanzas en el primer ministro Shinzo Abe. Aunque lo está tratando, todavía no ha tenido la oportunidad” (Asia-Pacific Review, febrero 2014).
Abe proviene de una familia de políticos. Su abuelo Kishi fue primer ministro (1957-1960) lo mismo que su tío abuelo, el señor Satô (1964-1972). Y su padre, que lo hubiera sido si un cáncer no se lo hubiera impedido, fue un destacado político de la prefectura de Yamaguchi como su abuelo, y canciller durante el gobierno de Nakasone.
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